Hacia una vida lograda

El hombre en busca de sentido, de V. Frankl



Público: jóvenes.
Nota: 5/5.
Género: autobiográfico.

He leído por vez primera, a pesar de mis casi 30, "El hombre en busca de sentido" de Frankl. Un testimonio impactante y una erudita exposición de la logoterapia. "Quien tiene un por qué para vivir -dice Frankl citando a Nietzsche- encontrará casi siempre el cómo"*.

Los motivos determinan nuestras acciones y configuran nuestra vida. Si tenemos un para qué, lucharemos para lograr la meta. Si nuestros motivos son elevados, lucharemos por alcanzar una vida lograda. Esos motivos elevados, se encuentran habitualmente identificados con una Persona. En mayúscula de primera e insustituible persona: la esposa, los hijos, Dios... "Mientras marchábamos a trompicones (...) cada uno pensaba en su mujer. Un pensamiento me petrificó: por primera vez en mi vida comprendí la verdad vertida en las canciones de tantos poetas y proclamada en la sabiduría definitiva de tantos pensadores: la verdad de que es amor es la meta última y más alta a que puede aspirar el hombre. Fue entonces cuando aprehendí el significado del mayor secreto que la poesía, el pensamiento y el credo humanos intentan comunicar: la salvación del hombre está en el amor y a través del amor" y concluye "el hombre, desposeido de todo en este mundo, todavía puede conocer la felicidad si contempla al ser querido".

Sigue aún más, dando al amor la plenitud de carácter performativo que tiene: "el amor constituye la única manera de aprehender a otro ser humano en lo más profundo de su personalidad. Nadie puede ser totalmente conocedor de la esencia de otro ser humano si no le ama. Por el acto espiritual del amor se es capaz de ver los trazos y rasgos esenciales en la persona amada; y lo que es más, ver también sus potencias: lo que todavía no se ha revelado, lo que ha de mostrarse. Todavía más, mediante su amor, la persona que ama posibilita al amado a que manifieste sus potencias. Al hacerle consciente de lo que puede ser y de lo que puede llegar a ser, logra que esas potencias se conviertan en realidad". Una cita sin desperdicio para los que nos dedicamos a tareas de formación de gente joven, como en realidad lo son todas las páginas de este pequeño libro, donde se entremezcla el valor de su testimonio narrado en primera persona con sus profundos conocimientos de la psiquiatría.
Auschwitz es testigo de estas reflexiones privilegiadas del psiquiatra vienés y sus compañeros, que conmovidos por un simple atardecer, dicen con simpleza y rotunda claridad: "¡Qué bello podría ser el mundo!". Sin grandes alardes literarios, sin dorar la píldora ni mostrarse como un héroe que no es, Frankl nos narra las penalidades del cautiverio y las formas que enfrentarse a él tuvieron sus compañeros de campo. Sigue a esto, una breve exposición de su pensamiento psiquiátrico y un breve resumen de sus teorías, que no tienen desperdicio.

Frankl ha convivido con la esperanza y desesperación de los presos, ha sido testigos de actos de heroísmo y valentía, de conversiones, de suicidios, de la más horrible crueldad, de la misericordia... Por eso, Frankl concluye: "Nosotros hemos tenido la oportunidad de conocer al hombre quizás mejor que ninguna otra generación. ¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en ellas con paso firme musitando una oración".

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