Obligados a tomar partido

Warlock, de Oakley Hall

Valoración: 4/5
Público: Adultos
 

Leí esta novela durante mi particular peregrinaje gripal, casi de corrido y condicionado por mi estado de salud. Al principio, a ratos, con pasos de bebé cuando la gripe me dejaba ratos de alivio entre mis 39 y 39. Después, más acelerado, cuando el médico me dio el alta para el lunes. Y ya de vuelta a la normalidad, al llegar ¿agotado? del trabajo, para desconectar antes de meterme en la faena diaria de mis tardes. Me detengo en estos detalles porque ésta ha sido una de esas novelas que me ha enganchado y que he leído de un tirón "en sentido amplio". Explico por qué.

La trama nos sitúa en la ciudad de Warlock, una localidad del oeste americano cercana a unas minas, que no ve el momento de normalizar su ajetreo diario y abadonar el caos y desorden que parece que le asola. Frente a las pretensiones de todos de establecerse como una ciudad próspera, que goce de bonanza y justicia, están las propias debilidades y ambiciones de sus habitantes. Los distintos caracteres, que son presentados con especial maestría, reflejan el deseo de todos actuar bien, con la particular percepción de la bondad de cada uno, y la inevitable necesidad de posicionarse ante los distintos acontecimientos por los que se va precipitando la historia de Warlock.

Todos sin excepción, desde el Hombre de las pistolas de oro hasta el matón McQwon, son forzados a elegir bando, y se muestra con especial tino cómo lo que los personajes hacen o deciden no es siempre bien interpretado por el resto. Reflejo de lo que en realidad puede suceder en nuestra propia vida, de que a veces lo que hacemos o decimos no se entiende como pretendíamos.

No me había adentrado antes en el mundo de los westerns, pero me parece que no es uno al uso, porque los personajes lejos de ser planos tienen una compleja interioridad tratada con la virtuosa pluma de Oakley Hall. Hay personajes que podrían ser clasificados como "los malos", pero cuando se presentan sus conflictos interiores, queda patente que no es tan fácil definir quién actúa bien o mal.

Sus cientos de páginas no se hacen pesadas por el estilo ágil del narrador y por la combinación del género narrativo con el diario autobiográfico de uno de los protagonistas de esta historia. Ayudan también los capítulos breves que nos presentan la trama como escenas de una obra de teatro en la que el escenario de fondo es la ciudad de Warlock. Por esto me ha parecido también que no debe ser un western al uso, porque los nudos de la historia podrían haber sido situados en otro marco y la novela habría tenido la suficiente consistencia para considerarla como buena.

No me detengo más, porque no tengo más tiempo, no por otra cosa.

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