Robinson Crusoe

Género: clásico de aventuras. Público: todos. Valoración: 3,5/5

He terminado hace poco este clásico que no había leído antes. Empecé bastante ilusionado, pero como me advirtió un amigo (al que al principio no escuché), me costó acabarlo.
La historia es de sobra conocida, pero no por eso dejó de embriagarme su lectura. Un joven que, desoyendo a su familia, se embarca y comienza un periplo de desgracias y aventuras, con sus éxitos también, que le llevará a permanecer más de treinta años náufrago en una isla.
A través de su propio relato, en ocasiones echando mano de sus diarios, nos narra cómo se las ingenia para sobrevivir y llevar una vida con ciertas comodidades.
Quizás hoy en día nos sobran ficciones de personajes abandonados en islas desiertas, planetas o incluso realidades paralelas. Y esta letras podían ser una forma de acercarnos a los orígenes de este género.
Por eso mi interés por leerlo, y por eso, pese a que me costó llegar al final, lo acabe recomendando.
Al principio, me atrajeron las reflexiones y comentarios de Robinson. Las pegas: que después se me empezó a hacer un poco cargante el que Robinson supiera o pudiera hacer de todo. Y la puntilla fue la visión tan inglesa con que lo trata todo y despestrigia a los españoles, abundando en la leyenda negra tan manida.
Como si los ingleses hubieran surcado los mares con el espíritu de una ONG, Robinson se desmarca y dice, en una de las primeras conversaciones con Viernes:
"Agregó que los blancos habían matado «mucho hombre», según sus palabras, por lo cual comprendí que se refería a los españoles, cuyas crueldades en América se han difundido en el mundo entero al punto de ser recordadas y transmitidas de padres a hijos en cada nación".
Y el subconsciente le traiciona, porque en todo momento se atisba el germen de la mentalidad imperialista en sus afirmaciones: "Mi isla estaba ahora poblada y, de pronto, me encontré rodeado de muchos súbditos; frecuentemente afirmaba yo en broma que de veras parecía un rey. Ante todo, la tierra era de mi absoluta propiedad, lo cual me aseguraba un indiscutible derecho de dominio".
Muy a la par del "bautizo" de Viernes, del que ni siquiera se conoce el nombre verdadero: "Ante todo le hice saber que su nombre sería Viernes, ya que en este día lo salvé de la muerte".
Pero perdonad la disgresión, como libro de aventuras lo cogí, y como libro de aventuras lo recomiendo. Las peripecias son entretenidas, y algunas citas he cogido de esta lectura. Tampoco se trata de realizar una crítica detallada a la visión del mundo ofrecida por el autor, que no dejó de hacerme gracia por lo inglesa, como he dicho.

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