Literatura al raso
Intemperie, de Jesús Carrasco
Valoración: 2,5/5
Género: Narrativa
Público: Adultos
Una sola palabra que sirve para describir la amalgama de sensaciones que esta novela puede provocar. Una narrativa de calidad, con un estilo cuidado, un poder evocador casi ilimitado, pero arrojado todo ello a la crudeza, la sequedad y el sufrimiento de la intemperie humana.
La novela -que me atrevo a afirmar que se lee con agrado (literario)- deja al descubierto un universo sórdido (e irredimible, se podría decir sin errar mucho el tiro).
Un niño huye de su pueblo buscando eludir la maldad que allí ha conocido, sin saber que esa maldad acompaña a todo ser humano, y que se desborda si no se hace nada por controlarla. Un anciano pastor le acompañará en esa odisea particular que no terminará en el regreso a ningún paraíso ni terrenal ni celestial.
La lluvia final supone una tregua en el sufrimiento del niño, pero precisamente, tal y como es descrita, aparece clara su naturaleza temporal. Se puede decir entonces que la novela no deja abierta la puerta a ninguna esperanza, y por eso, el sabor es más agrio que dulce. Me resisto a concebir al ser humano como incapaz de la esperanza y del perdón. Es cierto que pueden existir situaciones o circunstancias como las que la novela describe, pero creo que no se puede renunciar al poder catártico de la literatura.
Valoración: 2,5/5
Género: Narrativa
Público: Adultos
Una sola palabra que sirve para describir la amalgama de sensaciones que esta novela puede provocar. Una narrativa de calidad, con un estilo cuidado, un poder evocador casi ilimitado, pero arrojado todo ello a la crudeza, la sequedad y el sufrimiento de la intemperie humana.
La novela -que me atrevo a afirmar que se lee con agrado (literario)- deja al descubierto un universo sórdido (e irredimible, se podría decir sin errar mucho el tiro).
Un niño huye de su pueblo buscando eludir la maldad que allí ha conocido, sin saber que esa maldad acompaña a todo ser humano, y que se desborda si no se hace nada por controlarla. Un anciano pastor le acompañará en esa odisea particular que no terminará en el regreso a ningún paraíso ni terrenal ni celestial.
La lluvia final supone una tregua en el sufrimiento del niño, pero precisamente, tal y como es descrita, aparece clara su naturaleza temporal. Se puede decir entonces que la novela no deja abierta la puerta a ninguna esperanza, y por eso, el sabor es más agrio que dulce. Me resisto a concebir al ser humano como incapaz de la esperanza y del perdón. Es cierto que pueden existir situaciones o circunstancias como las que la novela describe, pero creo que no se puede renunciar al poder catártico de la literatura.
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