Humor de madre y padre, y muy señor mío

Para divertirse con una comedia es indispensable ir bien dispuesto. A veces, esa buena disposición es tomar el libro con amabilidad; otras, las más, es acudir a la lectura por la recomendación de quien nos fiamos.
Eso es lo que me pasó con las "Travesuras de Guillermo" (y toda su colección), y por lo que no me he resistido a releerlo cuando me topé con el libro en el centro de salud. Qué buenos ratos eché entonces, y qué buenos he vuelto a pasar. [No he leído nunca unas rebanadas de pan con mermelada tan sabrosas como las de Guillermo, tampoco]. Y en esta ocasión, por leer de noche, tenía que reprimir la risa ante la injusta vida que acaba siempre azotando (literalmente) al pobre Guillermo.
Esta lectura se la debo a mi madre, que guardaba muy buenos recuerdos de cuando pequeña, y eso me animó a leer el libro entonces, y a olisquearlo cuando se cruza en mi camino.
Lo mismo fue con el "Tres hombres en una barca" de Jerome K. Jerome, y por el que merece la pena (¡qué simplicidad!) toda la Inglaterra victoriana. Ésta se la debo a mi padre que, en numerosas ocasiones, me habló del libro y, aunque me costó encontrar una reedición, al final di con la que he enlazado arriba. Qué risas. Bien podría llamarse el libro "Tres elefantes en una cacharrería". Y fijaos que el argumento es de lo más sencillo, y simple: un paseo por el Támesis.
Bueno, dicho queda. En mi mesilla de noche dejo un ejemplar de "Los juicios de Rumpole". Aunque no tengo referencias, francamente, me apetece algo agradable. Si alguien me lo recomienda pues mejor.

P.D. Actualizo la entrada y de momento, con Rumpole, no gran cosa... cachís. Voy a centrarme exclusivamente en el "Mal que bien".




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