Leer historias, no Historia

Debo reconocer que la Historia no es mi punto fuerte. No voy a narraros detalles de mi juventud que podrían explicar o justificar esa cierta aversión -no al menos en este blog- aunque los que me conocen bien pronto pueden entender a qué se debe ese rechazo.
Sentada esta base, los libros de Historia, o las novelas históricas, siempre me han dado mucho respeto, y en contadas ocasiones me he atrevido con ellos. Cien veces menos una intenté empezar Tiempos modernos de Paul Johnson, y nunca he pasado de las veinte primeras páginas, y eso que me lo recomendó un conocido como un libro fundamental, que seguro que lo es.
Desde hace poco tiempo estoy superando ese trauma. Porque la Historia me sigue pareciendo igual: algo tolerable a la vez que evitable. Pero he encontrado una forma de que aumente mi interés por ella. Y es, no leer Historia, sino leer historias. Biografías, recuerdos, semblanzas, que tienen una fuerza sorprendente y mucha llegada si son buenas, y a la vez, te meten el gusanillo de conocer más cosas de los periodos o circunstancias de los personajes sobre los que has leído.
El punto de inflexión se puede identificar en, con, Requiem por Nagasaki. La biografía de Takashi Nagai, médico japonés -radiólogo-, converso y superviviente a la bomba atómica. Es muy impactante por varios motivos: la mentalidad japonesa es muy diversa de la nuestra, te puedes acercar algo a ella en estas páginas, y se percibe también ese afán de trabajo intenso movido por el sentido de servicio a la sociedad, a la propia nación, y desde su conversión, a Dios, que te da luces sobre los gigantes asiáticos; es conmovedora toda la historia paralela de su mujer, y por tanto, de su conversión, que es un canto a la fe y a la piedad; y por último, y lo más importante, es llamativamente asombrosa la lectura en clave de expiación que Nagai hace de la B29 en Nagasaki. Tan llamativamente asombrosa que se entiende el rechazo inicial a sus reflexiones y, después, que se convirtiera en un punto de peregrinación espiritual en Japón.
Y esta tendencia se ha reforzado con Sobrevivir para contarlo. El testimonio de Immaculee Ilibagiza, ruandesa, que narra su particular encuentro con Dios en medio del genocidio de los noventa. Más sorprendente si se tiene en cuenta que ese encuentro-conversión se produce los tres meses que está  escondida, encerrada en un minúsculo cuarto de baño de 3mx3m con otras tres-cuatro personas. Es una narración que pese a lo trágico de las circunstancias está llena de la alegría de vivir, el arte de perdonar y el amor a los demás.
Entre éstas, y después de éstas, hay muchas más, pero dicen que un post no debe ser muy largo, y estoy alargándome mucho.

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